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Juventud esperanzada y misionera

La vocación misionera de la juventud adventista quedó acreditada, una vez más, en los comienzos de la iglesia en España. Jóvenes eran los misioneros Frank, Walter y Leola Bond ya que ninguno de los tres había superado los 26 años.

De hecho, las sociedades juveniles de la iglesia en sus inicios se llamaban: Jóvenes Misioneros Voluntarios. Y eso fueron quienes construyeron, paso a paso, las sociedades de jóvenes adventistas actuales, así como los muchos que, creyendo en la Misión, se entregaron a ella sin reservas en España y en el mundo.

Principios, origen y propósitos.

Los principios que han movido siempre a la juventud adventistas en el mundo, y por supuesto en España, son los que en 1879 impulsaron a Henry Fernan y Luther Warren, de 17 y 14 años respectivamente, a crear la primera sociedad de jóvenes adventistas.

Henry y Luther, profundamente preocupados al ver el descuido religioso de algunos de sus amigos, y deseosos de conducirlos a una experiencia cristiana más profunda, organizaron la primera sociedad de jóvenes. Fue, por tanto, un movimiento de jóvenes en pro de los jóvenes. Dicha sociedad se fundó con siete muchachos, las reuniones se celebraban en  casa de uno de ellos, y las actividades que realizaban consistían principalmente en el perfeccionamiento de la conducta personal y en la obra misionera. Este ejemplo se multiplicó rápidamente y dio lugar a gran cantidad de sociedades de jóvenes en Estados Unidos.

Al inicio del desarrollo de estas sociedades, el Departamento de Escuela Sabática auspició las actividades juveniles, pero se desarrollaron tanto en el Congreso General celebrado en Suiza en 1907, se recomendó que la obra se los jóvenes se organizara como un departamento separado.

En la mente de los pioneros ya anidó la inquietud por los jóvenes. En 1852,el pionero James White decide publicar la revista The Youth Instructor que, aunque en principio dirigida a los jóvenes, terminaría siendo la base de las lecciones de escuela sabática.

Su esposa, Ellen G. White, también recomendó que los jóvenes tenían que trabajar por los jóvenes: “Jóvenes (…), Dios os llama a trabajar, a trabajar por Él. Cambiad completamente vuestra conducta. Vosotros podéis hacer una obra que los que sirven en palabra y doctrina no pueden hacer. Podéis alcanzar una clase a la cual no puede conmover el pastor” (Mensajes para los jóvenes, pág. 205).

Desde entonces miles de jóvenes han dejado su tierra, han cruzado océanos, han ascendido por rápidos ríos, han atravesado desiertos, han penetrado selvas y han superado montañas. Se han adaptado a costumbres extrañas, han aprendido difíciles idiomas, han establecido escuelas, distribuido publicaciones evangélicas, ayudado a enfermos, alimentado a hambrientos y predicado la Palabra. Su pasión ha sido la de compartir la esperanza. Desde su constitución, los Misioneros Voluntarios (MV) han sido jóvenes que han entregado sus vidas por Cristo.

Estilo de vida del joven adventista.

El estilo de vida del joven adventista está marcado por un sano y ambicioso proceso de desarrollo en pos de un ideal, puesto que la existencia humana ha de tener un sentido y una dirección. En realidad se trata de un proceso educativo que dura toda la vida, y en el que han de cultivarse armoniosamente todas las facultades físicas, mentales y espirituales. Y que prepara al cristiano, desde su juventud, para el gozo de servir as Dios y a los demás. Este formidable programa de desarrollo del joven adventista se puede ver plasmado en las actividades de los MV desde hace más de un siglo. Semejante espíritu se refleja, además, en la trilogía MV, que incluye blanco, voto y lema . Y subraya la enorme necesidad que tiene la iglesia de jóvenes con sólidos principios.

Muchos han sido los hombres y mujeres de la iglesia que se formaron en ese espíritu y contribuyeron de manera relevante a la obra misionera y al servicio a los demás, sin olvidar que el verdadero equilibrio consiste en atender todas las facetas cristianas (no solo misioneras, sino también devocionales, formativas, recreativas….). Ahí está el secreto.

Un siglo de la juventud adventista española.

Fue en los primeros treinta años del siglo XX cuando empezaron a formarse las sociedades de jóvenes de España. Se trataba de grupos pequeños, pero altamente motivados.

La primera sociedad de jóvenes adventistas se organizó en Barcelona, hacia 1917. Posteriormente llegarían las de Terrassa, Jérica, Lleida-Serós, Zaragoza, Valencia, Madrid, Vigo y A Coruña. Desde entonces hasta nuestros días han seguido apareciendo y desarrollándose sociedades de jóvenes en toda España.

Y entre las actividades propias de la juventud, cabe destacar los congresos y convenciones. El primero gran Congreso de Jóvenes Misioneros Voluntarios en Europa se celebró en Chemnitz (Sajonia, Alemania), del 17 al 22 de julio de 1928. Desde entonces se realizaron periódicamente congresos internacionales de jóvenes.

En España el primer gran Congreso de Jóvenes, de carácter nacional, tuvo lugar ya después de la guerra, en 1953 en Barcelona.

Y el primer Congreso Internacional de Jóvenes celebrado en España también tendría lugar en Barcelona, en 1989.

Sobre todo en sus inicios y en alguna época posterior, el adventismo en España sufrió momentos difíciles, en los que la intransigencia religiosa se hizo patente e interfirió en los encuentros organizados por la juventud. Pero nada ni nadie era capaz de frenar el ímpetu de los jóvenes adventistas.

Así, allá por el verano del año 1965 se organizó con mucho entusiasmo un campamento para jóvenes en Duruelo de la Sierra, para ser clausurado por la Guardia Civil apenas comenzado. Sin embargo, eso no les quitó a los muchachos y muchachas el deseo de seguir disfrutando de actividades sociales en la naturaleza, grandísimo templo en el que el joven adventista encuentra las huellas del que la creó. No es extraño que, en el ámbito de JAE (Juventud Adventista Española) surgiera, ya en los años setenta, la asociación Naturalia.

Pero aquella época, contra lo que pueda pensarse, conoció detalles de auténtica apertura mental entre los adventistas españoles. Por ejemplo, en 1964 Isidro Aguilar impartió un curso de educación sexual, preparación para el matrimonio y temas afines para jóvenes de 13 y 14 años.

Se usaron en esos años las tecnologías que estaban a su alcance, se realizaban cineforums, precedentes e nuestros videofórums, con máquinas de 16 mm. Realmente estaban al día.

Había un “periódico” en aquellos años en nuestras iglesias: el famoso mural. Era un panel que se hallaba en el vestíbulo de la iglesia y se llenaba con todas las noticias, artículos, información útil sobre actividades…; era lo que hoy se llamaría una revista juvenil, abierta para todos los jóvenes a la entrada de la iglesia.

También se organizaban reuniones dirigidas por los MV para la iglesia los primeros viernes de cada mes, en Navidad y en honor de las madres; fue una escuela de formación de oradores y un foro de testimonios. En esos púlpitos de críos se formaron los Sanz, Sangüesa, López, Martorell, Basterra, Puyol, Tejel, Cardona y tantos otros…Esa escuela-testimonio sigue siendo necesaria hoy.

Mucho fue lo que se hizo, pero si algo se debe destacar en los años 50-70 era la ilusión. Cualquier actividad que estuviese bien montada motivaba a los jóvenes a participar. No necesitaban motivaciones extras, no se trataba de competir con lo que les ofrecía la sociedad que los rodeaba, simplemente creían en el proyecto de los Jóvenes Misioneros Voluntarios. Sentían esa ilusión que es capaz de conmover el mundo.

Fue en aquellos años cuando se empezó a hacer realidad un viejo sueño: disponer de un terreno propio y permanente para que los jóvenes pudiesen realizar sus acampadas y las actividades que les son propias.

En la actualidad se lo conoce conoce como el CAM (Centro de Actividades Múltiples) , y se ubica en el pantano de Entrepeñas, junto a Sacedón (Guadalajara).

Todas estas actividades se han realizado a lo largo de los años con un propósito esencial: el de acercar a los jóvenes a Cristo, el de dar a conocer a toda nación, tribu, lengua y pueblo el evangelio. Y esa es la finalidad que las sigue motivando hoy. (Todo este artículo ha sido extraído del libro: Compartiendo la Esperanza, Cien años de adventismo del séptimo día en España. (2003). Editorial Safeliz.)

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