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No vamos hoy a descubrir al mundo de los héroes de ficción: Superman, Spiderman, Batman, los 4 Fantásticos… y tantos otros. Todos hemos oído hablar de ellos y hemos visto todas o casi todas sus películas. Pero no sucede lo mismo cuando hablamos de los héroes reales que se mencionan en la Biblia. Muchos de ellos son perfectos desconocidos para el mundo que nos rodea.

Ambos grupos, los de ficción y los reales, tienen una cosa en común: luchan contra el mal. Los de ficción luchan contra otros seres malvados con poderes sobrenaturales que pretenden dominar el mundo, mientras que los reales luchan contra la real personificación del mal, Satanás. Pero hay una gran diferencia entre ambos grupos, y la diferencia no es que unos son de ficción y los otros son reales, sino que los reales tienen a su disposición un “superpoder” que es capaz de vencer al mal en cualquier circunstancia y bajo cualquier situación: la fe.

La superficialidad de la sociedad actual nos lleva a valorar más lo que se ve en primera instancia a lo que no se ve en una primera mirada. Quizás, por eso, este “superpoder” que es la fe no tiene cabida en la sociedad actual porque la fe “es la firme seguridad de las realidades que se esperan, la prueba convincente de lo que no se ve” (Hebreos 1:1). Y, ¿qué hace la fe en mi vida?, ¿qué soy capaz de hacer con este “superpoder”?:

  1. Me da respuestas acerca de mi origen y mi destino. No soy fruto del azar sino del amor de Dios (He. 11:3).
  2. Me hace justo porque me lleva a confiar plenamente en Dios, el Creador de los verdaderos héroes (vs. 4, 17-22).
  3. Me hace ser inmortal (vs. 5-16, 28,31).
  4. Me habilita para realizar hazañas (vs. 11, 29-30).
  5. Me permite vencer el mal (vs. 23-28).
  6. En ocasiones me hace ser el blanco de la intolerancia humana (vs. 36-38).

De todos los puntos relatados más arriba, el que menos gracia nos hace es el último. Pero, es precisamente, el último punto el que da sentido a todos los demás, porque este “superpoder” que es la fe se perfecciona en medio de las pruebas, y muchas veces también en medio de la sin razón propia de la humanidad alejada de Dios. Esto es algo que todos los héroes mencionados en este capítulo, en mayor o menor medida, experimentaron.

La lista de héroes no concluye en el capítulo 11, sino que se expande en el capítulo 12, porque falta el “superhéroe” que da sentido y fuerza al resto: Cristo. Todos los héroes mencionados son dignos de considerar, pero el único realmente digno de suprema consideración es Cristo: “Considerad, pues, a aquel (Cristo) que ha soportado tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que no desfallezcáis faltos de ánimo” (Hebreos 12:3). Este texto es vital para entender que Jesús es la clave, y que el malvado de turno, Satanás, tan real como el aire que respiras, no utiliza precisamente kriptonita para anular el superpoder que recibimos de Cristo, sino el desánimo. No permitas que la falta de ánimo te paralice y te anule.

Si quieres ser un héroe real, considera a Jesús en tu diario vivir.

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